Al terminar el noviciado, la monja hace profesión de vida monástica: obediencia y estabilidad, según la Regla de San Benito por tres años. La promesa de “vida monástica” o “conversión de costumbres”, incluye la castidad, la pobreza, el silencio, la sobriedad, la primacía de la oración, y los demás elementos que señalan la Regla y la Tradición. Se prosigue con la formación espiritual, humana e intelectual.